Señor Wanders, usted apuesta por un diseño centrado en la persona. ¿Qué quiere decir con esto?
Bueno, el ser humano sigue siendo un animal extraño. Ponemos árboles de Navidad en casa, llevamos tacones y nos quedamos mirando cómo un gato se lame. El diseño centrado en la persona nos hace entender que no somos tan racionales como nos gusta creer. Este enfoque se centra en la cuestión de cómo nos relacionamos con los objetos y con los demás, ya sea de forma individual o en sociedad. Durante demasiado tiempo, hemos creído que el proceso de diseño era un proceso racional y sistemático. Sin embargo, la gente toma decisiones irracionales en la vida real, al menos en parte, y eso es lo que nos convierte en seres maravillosos y poéticos. Por eso, en mi estudio buscamos la esencia y la verdadera poesía detrás de nuestras acciones y utilizamos lo que aprendemos para dar el valor más duradero posible, haciendo que los recursos se conserven de la mejor manera posible.
¿Cómo dio vida a los principios del diseño centrado en la persona?
El diseño centrado en la persona es una cuestión de vínculos entre las personas y el entorno que creamos. La funcionalidad es, sin duda, el primer requisito, ya que sin ella no se consigue nada. Por desgracia, con frecuencia nos conformamos con este requisito mínimo. Sin embargo, el diseño centrado en la persona comienza donde termina la funcionalidad. Lo que viene después es el resultado de un proceso de reflexión con preguntas de gran calado y a menudo respuestas complejas. Más allá de su mera función, los objetos también pueden transportar valores, sueños e ideas.